Siempre he tenido la necesidad de plasmar en letras lo que me ocurría en el cerebro y en la vida, ponerle nombre a esa pequeña gran batiburrada que centrifuga mi cabeza.
Nunca barajé la posibilidad de hacerlo público por la clásica razón de que no creía que pudiera despertar el interés de nadie, aunque sí lo hacía muy de vez en cuando a modo de pequeños retazos bajo el tupido -y cómodo- escudo de las «erreeses».
Sin embargo, tal vez debido al momento histórico y vital (o mortal) al que asistimos llenos de estupefacción e incertidumbre, la vomitona pandémica me parece, como después de succionar a pajita un litro de calimocho, irremediablemente necesaria para la que suscribe y escribe.
Hoy, fecha (FE CHA ZA, oye) en la que -nada menos que- 45 cabrones veranos se pretenden instalar en mi DNI cual imparable espuma de los días dejando de pasta de boniato acojonao hasta al alma más pizpireta, me parece una fecha tan redonda como irremediable -de nuevo- para inaugurar este ciclo cardinal en el que no se atisban coordenadas y, una vive, experimenta, siente y escribe a pelo, a merced de la inclinación que elija el caprichoso rail por el que voy resbalando.
Ojalá te guste compartir estos vaciados de cerebro conmigo. ¡¡Me encantaría!! Cualquier gesto lejano a la indiferencia será el mejor regalo que me podrás hacer este cumpleaños, aunque nunca llegue a verlo.
Gracias por leerme y por permitirme que te lea un poco a ti también.
Bienvenida, bienvenido.
Seguimos para bingo.
conch